El bombardeo se hacía más agresivo. Tan solo un metro me sacaba de la
dimensión desconocida. ¡Un puto metro para escapar de la esfera! A puro
sacrificio llegaba a la meta. Primero asomaba la cabeza. Buscaba inhalar
pureza. De inmediato me esforzaba para sacar los brazos. Como una criatura
buscaba ser parido por esa cosa horrenda. En buen momento me liberaba de su
rareza. Percibiendo su fuerza gravitatoria metía un brazo en la esfera. Tenía
que auxiliar a mi compañera. Con la mano derecha me aferraba a su cuello para
atraerla. Empujaba. Ya estaba afuera. Emocionada hasta las lágrimas se colgaba
de mis hombros, regalándome una sonrisa. Con un beso seco en su frente le
ordenaba que en el galpón se escondiera. Acataba. El caballo relinchaba. Me
había quedado solo, de frente a la esfera, a la espera del gato, que con
admirable valentía avanzaba como una pantera.