jueves, 10 de marzo de 2016

ODISEA EN AMÉRICA (EPISODIO #93)


El silencio perturbaba, perdíamos la calma. Mierda, no se escuchaba nada. Las criaturas alienígenas se habían esfumado, o tal vez nos estaban preparando una emboscada. Sorpresivamente una fuerza extraña sacudía la casilla y la hacía rodar como si fuera una pelota. La casilla rodante rodaba. Se me había escapado el cuchillo. Nuestros cuerpos colisionaban. Impactábamos contra el techo, el piso nos golpeaba con violencia. Me dolían todos los huesos. Tenía nauseas. Tan sólo me limitaba a proteger mi cabeza. Sofía se desgargantaba rogando lástima. Repentinamente volvía la calma. Nuestro piso era el techo, la casilla había sido volteada. Con el alma desgarrada advertía su desvanecimiento porque respiraba. Pese a todo, suspiraba. El gato maullaba. Un tramo de pared nos distanciaba de la puerta. La puerta estaba invertida y se había destrabado porque estaba entreabierta. Teníamos que escapar pero primero necesitaba reanimarla. Me preocupaba que el inodoro pudiera golpearla. Por encima de su cráneo colgaba como una lámpara. ¡Despertate!, le suplicaba, moviendo su cuerpo para que la pared respaldara su espalda. No reaccionaba. El gato se frotaba contra sus piernas. Levantando la mirada inspeccionaba la puerta. Urgía atravesarla y circular por el techo como lauchas. Quedarse en esa casilla constituía una trampa. La oscuridad no cooperaba. Encima no se oía nada. Preocupado, me acercaba a su cara. Le besaba los labios. No funcionaba. El gato trepaba por su vientre. Valiéndose de su lengua, le lamía la cara. Sofía despertaba. ¡Te quiero!, le expresaba, abrazándola.