domingo, 6 de marzo de 2016

ODISEA EN AMÉRICA (EPISODIO #86)


Las plantas de maíz comenzaban a sacudirse, metros adentro, en el cultivo. Una fuerza misteriosa las estaba zarandeando. No reaccionábamos. Estábamos tiesos, como las mismísimas varillas del alambrado. Con un tembleque en las manos, apuntaba la linterna. Algunos choclos eran despedidos. Caían como granizos. No se pregunten cómo hice pero atravesaba el alambrado. Sofía me rogaba que no lo hiciera. Para detenerme sujetaba mi antebrazo. La ignoraba, mi espíritu valiente me estaba empujando. A paso lento me iba adentrando. Con el haz de luz alumbraba un surco. Me volteaba, me preocupaba que ya no dijera nada. Pobre Sofía, había entrado en pánico, estaba llorando. Regresando la mirada al cultivo oía un chirrido. Sudaba. Las dudas taladraban mi calma. Recorriendo el surco detectaba el paso fugaz de un ser extraño. Apenas sobrepasaba mi cintura, era muy bajo. Por la contextura física no era un ser humano. Retrocedía varios pasos. Chocaba mi cola contra el alambrado. Sofía me preguntaba qué había avistado. No le respondía. Estaba aterrado. Me agachaba para volver a traspasar el alambrado.
— Tenemos que irnos —balbuceaba, espantando.
— ¿A dónde?
— A la casilla. ¡Dame la mano!
No caminábamos, corríamos como galgos.