viernes, 25 de marzo de 2016

ODISEA EN AMÉRICA (EPISODIO #113)


En cuestión de breves minutos bordeamos toda la maraña, sin siquiera tener que padecer la picadura de los mosquitos embravecidos. El trayecto había sido más corto. Innegablemente esa cosa sabía lo que hacía, era infalible.
Cuando llegamos al puente tomamos conocimiento de que Sofía estaba metida en el arroyo. El agua mansa le llegaba a la cintura. Se estaba higienizando los brazos. Su cabello estaba mojado, como si previamente hubiese sumergido el cuerpo completo. Parecía una sirena. Su pantalón estaba colgado a la vera del arroyo en la rama de un árbol. Tenía el corpiño puesto. Al vernos llegar alzaba los brazos en clara señal de desconcierto:
— ¡Los sigue un aparato! —vociferaba preocupada, metiendo las manos en el agua como si fuesen remos.
— No tengas miedo, es un tierno.
A todo eso, el drone se perdía de vista cruzando el puente como un rayo. Perdiendo la calma, abandonaba el arroyo. Una bombacha blanca encajaba en su cola. El corpiño empapado y el sol radiante que nos escoltaba resaltaban sus pezones rosados. Su belleza embelesaba. No le daba pudor exhibir su cuerpo. Yo me hacía el desentendido pero no podía evitar echarle una ojeada. En realidad fueron varias. Por vez primera la veía en paños menores. Además llevaba mucho tiempo sin sexo. Tenía pareja, era cierto, pero mis sentimientos estaban confundidos. Me atraía profundamente. Por sobre todo era una buena compañera. Son cosas que pueden pasarle a cualquiera, aunque en el fondo sentía un poco de culpa. Restaban pocos minutos para el mediodía y mi estómago ardía. Tan delgado estaba que el pantalón se me caía.