domingo, 13 de marzo de 2016

ODISEA EN AMÉRICA (EPISODIO #100)


Con Astor en mis manos, recorría pastizales, en busca de Sofía, que en el venusto misterio de la noche reaparecía montada a caballo, sobre un potro negro, tan imponente que me dejaba boquiabierto. “Encontré esta belleza en el galpón, subite que te llevo”, comentaba con un tono alegre y confiado, agarrada a sus crines cual domador experto. Ir en busca de las motos no tenía sentido: no se veía nada, la casilla había desaparecido y había más criaturas que mosquitos. Primero le pasaba el gato. De inmediato perseguía subirme al lomo del caballo. No podía hacerlo. Me sentía un inútil, hasta que finalmente lograba colgarme de su musculatura y como un jinete acomodar la entrepierna por detrás de Sofía, quien arbitrariamente ordenaba al potro la partida, pero el mamífero no acataba, se quedaba quieto, era más tozudo que una mula. Presionando sus costillas con los talones lograba que avanzara unos metros; para nuestra sorpresa se dirigía a la dimensión desconocida. Desesperado bajaba de su lomo. Por cierto casi me lesiono una rodilla. Corría. No me daban las piernas. Levantando las manos me paraba por encima de su morro. El caballo se detenía. Estábamos tan cerca de la esfera que de hecho sentía ardor en la cabeza.